Mandrake, ("Mandrágora", aunque las primeras ediciones en España lo rebautizaron "Merlín") toma su nombre de un poema de John Donne, adquiere el físico
característico de los magos teatrales y los latin lovers de los años treinta, y -como todos los personajes del cómic- la vestimenta sempiterna del frac y el sombrero de copa de una
profesión que, por lo demás, apenas ejerce.
Es un héroe misterioso educado en artes arcanas que sin despeinarse jamás el negrísimo cabello engominado, sólo alzando la ceja y atusándose el bigote con el esperado gesto
teatral es capaz romper de continuo la barrera entre realidad y ficción, para volar, levitar, hacer volar y hacer levitar a sus enemigos, cambiarles el rostro, volverlos invisibles, convertirlos en
animales, trocar materiales en oro, empequeñecer a gigantes, doblar lanzas y espadas, desviar disparos, cualquier cosa que sorprendiera tanto al lector como a los desvalidos contrincantes del mago.
Lothar, es el gigantesco servidor negro de Mandrake, revelado luego como príncipe africano.
Lothar, con el paso de los años adquiriría el inevitable co-protagonismo que le correspondía.
Narda, cierra el triángulo aventurero, es una bella y desvalida princesa que parece surgida de las películas de Theda Bara y los cuentos de las mil y una noches.
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